18 de diciembre de 2009

17 de diciembre de 2009

14 de diciembre de 2009

Entierro Tibetano (Entierro de Cielo)

Tibet ha sido bendecida con una gran extensión de tierra, pero la mayoría tiene una altura de más de 4,000 metros. El suelo es seco, bastante rocoso y a menudo yace congelado por los fuertes inviernos que azotan la región la mayor parte del año.

Éstas son algunas de las razones por las cuales los tibetanos desde hace siglos no entierran a sus muertos (ni los incineran, ni los lanzan al rio -estilo Indio-) sino que desarrollaron una práctica religiosa que va de acuerdo con sus tradiciones y creencias. Ésta práctica funeraria es llamada "entierro en el cielo" (o sky burial). Al morir una persona, de inmediato llaman al Lama del monasterio local, quién tiene como misión ayudar al difunto a pasar por los 49 niveles del Bardo, o las fases o estados que tiene que atravesar el alma despues de morir y reencarnar en otra. Para éste fin, casi ininterrumpidamente recitan los sutras del Bardo Thodol o Libro de los Muertos.

Los familiares se reunen alrededor del cuerpo y rezan de igual manera, esperando una mejor transición hacia la muerte y una eventual reencarnación más próspera (tal vez en un monje, lama o hasta boddhisatva, alguien embarcado en el camino del Buda de manera significativa).Una vez pasado el periodo de tres días, que es el período donde el alma está pasando de una vida a la otra, envuelven al cuerpo en una especie de sábana blanca y lo llevan hacia alguna de las montañas sagradas que tienen lugares particulares donde se realiza ésta ceremonia. El destino final del difunto es un campo repleto de banderas de oración, de pedazos de ropa hecha jirones, y de fragmentos de huesos en los suelos.Algunos miembros de la familia cargan el cuerpo y lo deposita sobre una roca blanqueada con cal (o algo similar). Otros miembros se arman de palos largos y forman una especie de perímetro sobre la piedra ceremonial. La razón de ésto: espantar y alejar de momento a las docenas de buitres, cuervos y halcones que son animados por el olor de carne en la cercanía. Mientras se hacen éstos preparativos, hacen entrada los verdaderos maestros de ceremonia. Son esas dos o tres figuras altas y fuertes que vienen armados de cuchillos, hachas y martillos ceremoniales. Vienen hablando entre ellos, caminando con toda naturalidad. La familia se retira un poco, a excepción de los que están alejando a las aves hambrientas. Uno de los maestros de ceremonia (no se si son monjes, lamas, carniceros... o que) comienza a entonar algún mantra (el sonido correspondiente a un cierto aspecto de la iluminación y se recita para identificarse con ese aspecto de la mente iluminada) y los demás afilan sus herramientas en una piedra de amolar. De repente, sin tanta ceremonia, uno de ellos levanta su cuchillo y ayudado por el martillo, comienza a descuartizar el cuerpo del difunto. Primero extrae las visceras que deposita en un cuenco especial destinado a tal fin, para ser mezcladas con harina de cebada tostada, o Tsampa ( alimento básico tibetano que consiste en una secilla pasta empeando harina y mantequilla de yak). Luego sigue cortando las demás extremidades del cuerpo, lenta pero concienzudamente. Una vez su trabajo ha terminado, hacen una señal a los encargados de alejar las aves para que dejen de hacerlo.

Los seres queridos, guardando cierta distancia, siguen con la mirada las acciones que se presentan ante sus ojos. No hay señal de tristeza, ni de amargura, porque saben que el cuerpo es tan solo el envase del alma y en éstos momentos, el envase está vacío. El alma ya está haciendo su viaje místico hacia la siguiente vida.

Los grandes buitres se avalanchan sobre los restos sanguinolentos del cuerpo del difunto y se dedican a satisfacer su básica necesidad de alimentarse. Pasados unos minutos, cuando ya están totalmente saciados, algunos emprenden el vuelo, otros, se repliegan a descansar en las proximidades. Sobre el suelo solo quedan algunos pedazos de huesos ensangrentados. Y es allí donde entran los cuervos, halcones y otras aves que esperaban pacientemente, a terminar el trabajo. Los parientes y seres queridos que presenciaron la ceremonia, comienzan a alejarse del sitio, dejando solo a las aves y a los maestros que eventualmente pulverizarán los restos de huesos y mezclaran con tsampa, para que sea también consumidos por alguna otra ave hambrienta.Al salir éstos, no quedará más rastro del ritual sino unas marcas de sangre y las cientos de banderitas de oración de papel que fueron lanzadas por sus familiares.

Las últimas aves emprenden vuelo, llevándose al cielo los fragmentos de esa persona que pisó la tierra, y fue feliz, y sufrió, y comió, y amó, y eventualmente murió. Porque la energía no muere, no nace, sino que simplemente se transforma. Porque jamás, nunca ésto habría tenido tanto sentido.




Esto es un estracto de "Relatos de una mochila", que me trasladó a una Azuaga casi ya olvidada, a un aula, a aquel aviso de que lo que estabamos a punto de ver, probablemente hiriera nuestros sentimientos, A aquella vieja cinta de vídeo sin etiquetar, a aquellos cuarenta minutos perturbadores. Gracias Jesús por mostrar realidades. Gracias por generar uno de esos recuerdos que jamás escapan de la mente.

19 de noviembre de 2009

Para no encontrarte

Imagina si puedes, incoherencia frente a tí. Sin temor a contagios. Imagina una mente en blanco que no deja de evadirse al más oscuro rincón del pensamiento, ese, en el que todo está tan factible, que obviamos la espesa niebla, ese, en el que el valor se confunde con la sensatez, y la sensatez, con la moral. Porque me encantan las conversaciones donde nadie conversa. Dos entes físicamente unidos y sin embargo en diferentes lugares. Hacia dónde miramos. Qué vemos. Hasta dónde llega lo cordial y dónde el deseo. Hasta cuando escuchar las voces que rebotan en las paredes de nuestro encéfalo, y su mente. Dónde y cuando empezamos a engañar.

Contestación: Desde el primer momento, desde que tus entrañas se adelantan a tus ojos. Desde que el apetito comienza a balbucear su primer hola. Porque te veo y no se cómo pensarte


Amargo desengaño en el fondo del vaso
Para no encontrarte, frente a tí

6 de noviembre de 2009

Hoy estuve en el mismo sitio. Quiero volver atrás.

21 de octubre de 2009

...zup...

16 de octubre de 2009

Como cuando decimos algo que no quisimos decir jamás.
Porque hay que pensar antes de poner ejemplos.
Hoy retomé el dibujo con la sensación de necesitar más espacio en el bloc. A veces quería trazar más allá y conquistar la mesa, la pared. Continuar hasta encontrar el punto exacto donde marcar mi borde, el límite insalvable de las cosas.

15 de octubre de 2009

Un porqué

Llevo un tiempo sin tener dos copas en las que poder beber. Olvidé mi carta favorita, o su significado dejó de ser para mí.
Ignorados los desafíos, hoy retomo este balcón a lo desesperante con las motas de polvo de mi ordenador, negro, y la música de Rarotango,tenue, acompañandome. Pero no quisiera encerrarme en palabras que tan siquiera conozco porque no tengo la necesidad de esconderme... aunque tampoco de abrirme. Quiero permanecer intrigante, incomprensible. Quiero provocar. Incomodar. Que con sólo unas letras te sientas observado, porque ya lo dije muchas veces, "estoy harto de no hablar, estoy cansado de que no me hables, estoy cansado de permanecer en el mismo sitio, y que todo siga en el mismo lugar". Pero no quiero odiarte sin razones.
Desespero. Por eso ha vuelto.

5 de marzo de 2009

ufff

La pasada noche me dediqué a ver el último capítulo de varias series, y más concretamente a analizar las últimas escenas, y cómo los actores respondían a esa despedida, a intentar discernir qué era actuación y qué inevitabilidad.... Comprobar como las etapas pasan, y punto... Y ahora qué...

26 de febrero de 2009

El punto de inflexión

Me acordé de una noche, quizás una de las más desbordantes de mi vida hasta el momento, en todos los sentidos... Pero no voy a hablar de esas horas en penumbras llenas de olvidos. Olvidos, como obviar el lugar en el te encuentras, igual que en aquellas primeras horas , u olvidos, como el de no recordar lo que resta de noche, ni siquiera cómo ni cuando regresas (ni porqué). Hablaré, de su punto de inflexión, de aquellos gestos, de aquellos ojos que sabían que eran observados, de aquella seriedad al ver que no eramos capaces de apartar la mirada, de aquella guerra entre gusto e incomodidad, de aquellos gestos...

Era una noche supongo que fría, ya que nuestras vestimentas nos decían que los sudores en aquellos locales sólo se debían al humo, y la relación entre cantidad de personas, y metros cuadrados, o a la redonda.

Todo transcurría normal, que yo recuerde, hasta que entramos en aquel local, podríamos decir que Heavy. Aunque eso sólo era su disfraz... Se trataba del Edén, con su barra (y con su Eva detrás. Así la llamaremos). Una cosa no me gustó, y es que debimos darnos cuenta de su naturaleza nada más pisar la primera baldosa negra. A lo mejor exagero "un mucho", pero la excusa de que tuvieramos muchos pelos, y largos, entre "Eva" y nosotros no me vale, al igual que lo que hicimos a (su) respecto. No me vale... Irradiaba, y lo que irradia deslumbra, si hablamos de luz.

Obviando todo eso, con su debate o no, pasaron pocos segundos antes de que, sin decir nada, todos nos miraramos con ojos de pez, abiertos, sin párpados, brillantes (esta vez era por esto)... Y aquel silencio...
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Y aquella sonrisa de I., entre maliciosa y perspicaz.... Y aquellos ojos.... Y aquellos gestos...

Los cinco metros y 40 centímetros que nos separaban eran facilmente calculables, aún deseando acortalos entre rastas y camisetas negras, no precisamente de estreno. Era fácil, porque sabíamos cuantos tíos nos separaban, cuantas baldosas, los centimetros de la barra y de la distacia entre ésta y su camiseta verde, color, dicen... de la esperanza, la culpable de todo...

Después de vacilar, y vacilarnos, la sed llamaba a nuestra puerta, aunque no sé muy bien de que sed estoy hablando. Y fue extraño, ya que la impresión fue tan grande que cuando me acerqué a pedir, me quedé parado, sin articular palabra, esperando, saboreando... De repente, vino su compañero y me dijo que qué quería... Yo, del alma, le contesté que ya había pedido. Mentí, aún a sabiendas de que perfectamente "Eva" podía escucharme. No sé si lo hizo, pero de repente la tenía en frente de mí, con sus brazos abiertos apoyándose en la barra, seria, pero con una sonrisa complice que confirmaba lo escrito tres líneas más arriba. "¿Me pones cuatro cervezas?" le dije, y algo más que no recuerdo y que espero no recordar, con esas cuatro palabras me bastan. Cuando regresó y empezó a abrirlas, sólo podía ver. Nada más. Tenía esa concentración sobrehumana que les hace estar atento a todo cuanto hay y sucede en aquel otro lado de la barra (el nuestro), que más puedo decir. Sus ojos eran negros, y era la primera vez, o tal vez segunda, en la que observo como el negro, ausencia de color, también irradia luz, no como aquellas paredes, no como aquellas camisetas, no, como nuestro futuro inmediato.

Para entonces, y más o menos en el mismo tiempo en que he tardado en escribir estas líneas, estaba al lado de estos, con las cuatro cervezas, sin saber como fue la despedida. Todo transcurría rápido y aún no me explico como pudimos jugar en aquella máquina (supongo que para dejar una prueba, en forma de nombre, que mostrara que un día estuvimos allí), y a picarnos con aquellos chavales(supongo, por considerarlos como rivales, y no hablo del futbolín). El caso es que, el estar "ocupados" no nos impedía retomar la mirada hacia aquella silueta de color verde, repito, esperanza.

La gente se iba, y esa escena me trasladó a aquel pueblo con mar, a aquella noche, después de un concierto. Jamás deseé tanto. Pero en el deseo hay algo que no gusta, y se llama realidad. Antes de que nos dieramos cuenta nos fuimos, pero a pesar de todo lo vivido en lo que restaba de noche, no hubiese sido para nada, igual, sin esta fotografía, y su recuerdo.





Todo esto (no) viene a cuento de nada, sólo que me vino al recuerdo, una de esas noches mágicas que es dificil olvidar, y que probablemente no lo hubiese sido tanto si no se hubiese presentado aquel lugar, aquellos gestos. Desde ese día, siempre que nos acerquemos a aquella tierra de nazaríes no podremos evitar buscar en aquel paraíso el color verde. Eso es lo que realmente se recuerda. Sólo el punto de inflexión.

25 de febrero de 2009

19 de febrero de 2009

Tengo ganas de dibujar en la pared de mi cuarto, de pintar figuras que le adquieran relieve, no sé..., me pregunto porque todo tiene que ser recto, con lo aburrido que es eso. Quiero salientes, formas irregulares, diferentes... Quiero color negro, y diferentes tonalidades de gris, para que las sombras duden. "The veils". Movimiento. Mover la lámpara, ya encendida... Moverme... Contemplar...

12 de febrero de 2009

Todo es efímero

Aviso. Es complicado incluso para mi, y teniendo en cuenta que creo que lo hago para explicármelo a mi mismo, es probable que ni entendais, ni querais entender. Hablo de sensaciones, de imaginaciones que parecen recuerdos, o viceversa. Es algo que me pasó hace no mucho, unas cinco o seis veces (con su incertidumbre ya calculada) y aunque parezca una nimiedad, era algo que daba que pensar.

A ver. Como un
deja vú, pero teniendo la certeza de que lo has pensado , ni siquiera que se haya vivido. Y no sólo un pensamiento concreto, si no un cúmulo de ellos. Es como decir: "Todo lo que esta pasando ahora por mi mente, lo he pensado en otro momento". Haciendo un símil barato, y sin intentar confundir más, es como tener un bol vacío, y de repente encontrarlo lleno de los mismos dulces que has comido alguna vez y que te gustaría repetir.

No sé que pensamientos eran.
Una vez, mientras me ocurría se lo intenté explicar a una persona, que espero que se acuerde cuando lea todo esto, pero uno es incapaz de explicar lo que verdaderamente no entiende, y eso me convierte en un católico creyente más.
No conseguía recordar ni siquiera el instante anterior. Y cómo explicas eso, y más a alguien que te mira raro (porque así me mirabas).

Como explicar esa especie de mareo, esa sensación de no c
omprender nada en esos interminables 15 minutos, los mismos que transcurrían en esos, no sé, ¿30?, ¿40 segundos?...

El caso es que desde entonces echo de menos todo lo que ha pasado por mi vida. Un querer avanzar, y un no querer, como el silencio cuando dejas un lugar al que le has tomado cariño, sin vistas a regresar.
Quizás fueran simples sensaciones, simples paranoias que nos dan de vez en cuando, pero es esto, al contrario de los "deja vú" , lo que no se logra quitar de la cabeza.

Nacemos para morir. Conocemos a la gente para dejarla. Poseemos cosas, para perderlas. Todo es efímero, y aceptar eso, hace las cosas más fáciles de soportar.

10 de febrero de 2009