26 de febrero de 2009

El punto de inflexión

Me acordé de una noche, quizás una de las más desbordantes de mi vida hasta el momento, en todos los sentidos... Pero no voy a hablar de esas horas en penumbras llenas de olvidos. Olvidos, como obviar el lugar en el te encuentras, igual que en aquellas primeras horas , u olvidos, como el de no recordar lo que resta de noche, ni siquiera cómo ni cuando regresas (ni porqué). Hablaré, de su punto de inflexión, de aquellos gestos, de aquellos ojos que sabían que eran observados, de aquella seriedad al ver que no eramos capaces de apartar la mirada, de aquella guerra entre gusto e incomodidad, de aquellos gestos...

Era una noche supongo que fría, ya que nuestras vestimentas nos decían que los sudores en aquellos locales sólo se debían al humo, y la relación entre cantidad de personas, y metros cuadrados, o a la redonda.

Todo transcurría normal, que yo recuerde, hasta que entramos en aquel local, podríamos decir que Heavy. Aunque eso sólo era su disfraz... Se trataba del Edén, con su barra (y con su Eva detrás. Así la llamaremos). Una cosa no me gustó, y es que debimos darnos cuenta de su naturaleza nada más pisar la primera baldosa negra. A lo mejor exagero "un mucho", pero la excusa de que tuvieramos muchos pelos, y largos, entre "Eva" y nosotros no me vale, al igual que lo que hicimos a (su) respecto. No me vale... Irradiaba, y lo que irradia deslumbra, si hablamos de luz.

Obviando todo eso, con su debate o no, pasaron pocos segundos antes de que, sin decir nada, todos nos miraramos con ojos de pez, abiertos, sin párpados, brillantes (esta vez era por esto)... Y aquel silencio...
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Y aquella sonrisa de I., entre maliciosa y perspicaz.... Y aquellos ojos.... Y aquellos gestos...

Los cinco metros y 40 centímetros que nos separaban eran facilmente calculables, aún deseando acortalos entre rastas y camisetas negras, no precisamente de estreno. Era fácil, porque sabíamos cuantos tíos nos separaban, cuantas baldosas, los centimetros de la barra y de la distacia entre ésta y su camiseta verde, color, dicen... de la esperanza, la culpable de todo...

Después de vacilar, y vacilarnos, la sed llamaba a nuestra puerta, aunque no sé muy bien de que sed estoy hablando. Y fue extraño, ya que la impresión fue tan grande que cuando me acerqué a pedir, me quedé parado, sin articular palabra, esperando, saboreando... De repente, vino su compañero y me dijo que qué quería... Yo, del alma, le contesté que ya había pedido. Mentí, aún a sabiendas de que perfectamente "Eva" podía escucharme. No sé si lo hizo, pero de repente la tenía en frente de mí, con sus brazos abiertos apoyándose en la barra, seria, pero con una sonrisa complice que confirmaba lo escrito tres líneas más arriba. "¿Me pones cuatro cervezas?" le dije, y algo más que no recuerdo y que espero no recordar, con esas cuatro palabras me bastan. Cuando regresó y empezó a abrirlas, sólo podía ver. Nada más. Tenía esa concentración sobrehumana que les hace estar atento a todo cuanto hay y sucede en aquel otro lado de la barra (el nuestro), que más puedo decir. Sus ojos eran negros, y era la primera vez, o tal vez segunda, en la que observo como el negro, ausencia de color, también irradia luz, no como aquellas paredes, no como aquellas camisetas, no, como nuestro futuro inmediato.

Para entonces, y más o menos en el mismo tiempo en que he tardado en escribir estas líneas, estaba al lado de estos, con las cuatro cervezas, sin saber como fue la despedida. Todo transcurría rápido y aún no me explico como pudimos jugar en aquella máquina (supongo que para dejar una prueba, en forma de nombre, que mostrara que un día estuvimos allí), y a picarnos con aquellos chavales(supongo, por considerarlos como rivales, y no hablo del futbolín). El caso es que, el estar "ocupados" no nos impedía retomar la mirada hacia aquella silueta de color verde, repito, esperanza.

La gente se iba, y esa escena me trasladó a aquel pueblo con mar, a aquella noche, después de un concierto. Jamás deseé tanto. Pero en el deseo hay algo que no gusta, y se llama realidad. Antes de que nos dieramos cuenta nos fuimos, pero a pesar de todo lo vivido en lo que restaba de noche, no hubiese sido para nada, igual, sin esta fotografía, y su recuerdo.





Todo esto (no) viene a cuento de nada, sólo que me vino al recuerdo, una de esas noches mágicas que es dificil olvidar, y que probablemente no lo hubiese sido tanto si no se hubiese presentado aquel lugar, aquellos gestos. Desde ese día, siempre que nos acerquemos a aquella tierra de nazaríes no podremos evitar buscar en aquel paraíso el color verde. Eso es lo que realmente se recuerda. Sólo el punto de inflexión.

25 de febrero de 2009

19 de febrero de 2009

Tengo ganas de dibujar en la pared de mi cuarto, de pintar figuras que le adquieran relieve, no sé..., me pregunto porque todo tiene que ser recto, con lo aburrido que es eso. Quiero salientes, formas irregulares, diferentes... Quiero color negro, y diferentes tonalidades de gris, para que las sombras duden. "The veils". Movimiento. Mover la lámpara, ya encendida... Moverme... Contemplar...

12 de febrero de 2009

Todo es efímero

Aviso. Es complicado incluso para mi, y teniendo en cuenta que creo que lo hago para explicármelo a mi mismo, es probable que ni entendais, ni querais entender. Hablo de sensaciones, de imaginaciones que parecen recuerdos, o viceversa. Es algo que me pasó hace no mucho, unas cinco o seis veces (con su incertidumbre ya calculada) y aunque parezca una nimiedad, era algo que daba que pensar.

A ver. Como un
deja vú, pero teniendo la certeza de que lo has pensado , ni siquiera que se haya vivido. Y no sólo un pensamiento concreto, si no un cúmulo de ellos. Es como decir: "Todo lo que esta pasando ahora por mi mente, lo he pensado en otro momento". Haciendo un símil barato, y sin intentar confundir más, es como tener un bol vacío, y de repente encontrarlo lleno de los mismos dulces que has comido alguna vez y que te gustaría repetir.

No sé que pensamientos eran.
Una vez, mientras me ocurría se lo intenté explicar a una persona, que espero que se acuerde cuando lea todo esto, pero uno es incapaz de explicar lo que verdaderamente no entiende, y eso me convierte en un católico creyente más.
No conseguía recordar ni siquiera el instante anterior. Y cómo explicas eso, y más a alguien que te mira raro (porque así me mirabas).

Como explicar esa especie de mareo, esa sensación de no c
omprender nada en esos interminables 15 minutos, los mismos que transcurrían en esos, no sé, ¿30?, ¿40 segundos?...

El caso es que desde entonces echo de menos todo lo que ha pasado por mi vida. Un querer avanzar, y un no querer, como el silencio cuando dejas un lugar al que le has tomado cariño, sin vistas a regresar.
Quizás fueran simples sensaciones, simples paranoias que nos dan de vez en cuando, pero es esto, al contrario de los "deja vú" , lo que no se logra quitar de la cabeza.

Nacemos para morir. Conocemos a la gente para dejarla. Poseemos cosas, para perderlas. Todo es efímero, y aceptar eso, hace las cosas más fáciles de soportar.

10 de febrero de 2009