19 de marzo de 2010

Parte 1


Todo comenzó con un vaso, una espesa niebla y un amargor en el paladar. El halo procedente de las farolas naranjas cada vez era menor, síntoma de densidad o de intensidad, según tengas el día. El frío dejaba de calar en su piel, mucho menos en su tejido óseo, porque a lo largo de los años uno se acostumbra a las indeterminadas vueltas a casa. Indeterminadas de fechas, temperaturas y recuerdos.

Todo continuó por el silencio de aquellos pasos. Nada más. El suelo estaba ligeramente mojado formando una pequeña alfombra de desconsuelo. Los árboles ni miraban.

Tampoco el a su reloj, no importaba. Ni sus pies. Su visión casi siempre estaba concentrada en el vapor que le envolvía. Y en su olor de humedad asfixiante.

Todo acababa de comenzar...

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