El caso es que mientras nuestras vidas han derivado, con (mala) suerte, en una apacible monotonía, la suya transcurre entre el tiempo necesario para planear una aventura, y el que cuesta llevarla a cabo. No quiero que me veas con corbata, ni que me veas demasiado tiempo. Siempre acabaré de llegar, siempre estaré a punto de irme.
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